La Secreta Obscenidad (2da Temporada)

  • Inauguración miércoles 25 febrero, 2015
  • miércoles 25 de Febrero Temporada hasta el 28 de Marzo

Archivo | Artes escénicas

SINOPSIS
Con un tono delirante y farsesco, la obra convoca a dos hombres perversos y entrañables al mismo tiempo, víctimas y victimarios, causa y consecuencia de una sociedad y una situación histórica profundamente corrompidas. Echando mano de recursos de la comedia física, gags al estilo del vodevil, ironías verbales y magistrales “golpes de teatro”, la obra expresa la degradación a la que han llegado unas ideas revolucionarias que, a fuerza de su excesiva caricaturización, se han convertido en estandartes para justificar lo injustificable. Retrato desgarrado y explosivo de la esquizofrenia de una sociedad, la obra del chileno Marco Antonio de la Parra que ha conquistado, sin duda, uno de los puntos más altos de la dramaturgia latinoamericana, es adaptada a nuestra realidad.

 

NOTA SOBRE LA ADAPTACIÓN
Estrenada en 1984 en el Teatro Camilo Henríquez de Santiago, “La Secreta Obscenidad de Cada Día” marcó un hito tanto en el teatro como en la sociedad chilena, que para entonces completaba más de diez años bajo el férreo control de Augusto Pinochet. Más allá de su humor corrosivo y farsesco al mejor estilo de Darío Fo, o de la lectura aguda que realiza el autor sobre los dos pensadores que influyeron de modo más decisivo en las discusiones teóricas y la praxis política del siglo XX, Carlos Marx y Sigmund Freud, la obra de de la Parra es un retrato desgarrado de la sociedad chilena en tiempos de represión y dictadura militar. En efecto, los dos personajes que conducen esta historia pueden ser entendidos como encarnaciones delirantes de los personajes históricos, pero también como un par de seres marginados por la sociedad.

La fuerza de la obra consiste en su capacidad para ir develando poco a poco las distintas facetas de estas dos criaturas, entrañables y espantosas a un mismo tiempo, y de conducir al espectador por un periplo moral que oscila entre la compasión y el violento rechazo. Pues Carlos y Sigmund, o como quiera que se llamen en realidad estos dos, nos acaban mostrando su naturaleza ominosa: la de dos víctimas de la dictadura que, para salvar su pellejo, se convirtieron en delatores y victimarios de sus antiguos aliados. Dos arrepentidos agentes del aparato represivo del estado que, para limpiar su nombre y su consciencia, terminaron convertidos en terroristas. Dos seres, en fin, tan monstruosos como aquello que pretenden combatir.

Víctimas y victimarios al mismo tiempo, Sigmund y Carlos representan a cientos de chilenos que pasaron de torturados a torturadores. No se trata de una fábula teatral, corresponde a una realidad dolorosa y vergonzosa para una sociedad que por impotencia, sincera convicción u oscuro egoísmo, acabó tolerando las peores bajezas a las que puede llegar el ser humano. Se trata éste, sin duda, del principal desafío a la hora de adaptar la obra para nuestro contexto colombiano. Nuestra decisión consistió en que, sin perder el extraordinario juego de simulaciones, encubrimientos y desenmascaramientos, así como su enorme comicidad, pudiéramos conservar el fondo político y humano que subyace a la obra. Pues, antes que nada, se trata de un retrato contundente de una sociedad esquizofrénica y enferma por la violencia.

Aunque sin duda hemos llegado a niveles incluso peores, la tortura y la represión militar –por desgracia quizás– no hacen parte del imaginario colectivo de los colombianos. Para bien o para mal, nunca hemos vivido la realidad de la dictadura o, por lo menos, no en tiempos recientes. De este modo, el trasfondo histórico de la obra debía ser totalmente replanteado a la hora de llevarla a escena en nuestro país. Nos acogimos  a la figura de los re-insertados o desmovilizados que, si bien permanece lejana a nuestra tranquila cotidianidad de “burgueses honrados”, ocupa una posición importante dentro de la discusión política nacional y, sobre todo, recoge la condición de aquellos guerreros que se han pasado de un bando al otro. Sin embargo, no quisimos especificar el pasado guerrillero o paramilitar de los personajes. Es así como, por ejemplo, al gran torturador de la obra le pusimos “Mono Lindo”, apócope del Mono Jojoy guerrillero y del Monolindo paramilitar. Si bien se trata de una obra profundamente política, no queremos que se lea desde una perspectiva partidista o panfletaria. Creemos que se trata de un texto estremecedor para un público que, como el nuestro, se ha vuelto insensible a la carnicería en la que por desgracia vivimos hace ya tanto tiempo: un retrato mordaz de una sociedad totalmente esquizofrénica por causa de la guerra.

ALBERTO Y YO, por MATÍAS MALDONADO
Alberto y yo comenzamos siendo una misma persona. El tenía 28 años y yo 9. Éramos el monaguillo de una famosa telenovela de los años 80, un eterno sacristán al que aún algunos recuerdan porque le robaba la bicicleta al cura. Más tarde nos volvimos un par de policías poco eficientes aunque bien intencionados, siendo él mi capitán y yo su teniente. Luego, cuando yo interpretaba a un drogadicto en sus últimos días, él fue mi jíbaro, siempre atento a socorrerme con un bazuco. Después él fue mi tío y yo su sobrino, y al poco tiempo ya éramos primos hermanos. Hasta que al fin nos convertimos en hermanos de sangre, los dos hijos crápulas de una familia tan oligárquica como decadente. Lamenté haber tenido entonces que estafarlo y quitarle a su mujer. Gajes del oficio, supongo. El caso es que fue en esa época cuando más me acerqué a él y más aprendí a quererlo. O, al menos, cuando sentí mayor urgencia en hacerlo: quince días después del rodaje de la película en que fuimos hermanos, Alberto el de verdad, el de carne y hueso, tuvo su primer infarto. De algún modo fue un primer llamado para apurar ese viejo sueño que teníamos de montar una obra entre los dos.

Cuando apareció el texto de “La secreta obscenidad” supimos que era la obra que queríamos montar. Comenzamos a ensayar con él haciendo de Sigmund y yo de Carlos, pero la falta de director nos hizo renunciar una y otra vez. Hasta que al fin, gracias a la mágica aparición de Hernán, decidimos tomarnos en serio las cosas. Entre los tres creamos un grupo con un nombre que sólo a Alberto se le podría haber ocurrido, Teatro del Embuste, y nos pusimos a trabajar. Yo me estrenaría como director, mientras que Alberto y Hernán serían los actores. Y efectivamente, en septiembre del año pasado hicimos nuestra temporada de estreno. Fueron días felices.

Pero menos de tres meses después, Alberto sufrió su segundo y devastador infarto, el que se lo llevó ya del todo para el otro lado. No acabábamos de nacer como grupo cuando nuestro principal miembro nos abandonaba para siempre. Nos sentíamos y nos sentimos aún profundamente huérfanos. Pero sabemos que su deseo era que la fiesta siguiera, que el Embuste no muriera junto con él. Por eso ahora, 28 años después de nuestro primer encuentro en una sacristía de cartón, volvemos a cruzarnos Alberto y yo haciendo el mismo personaje, ahora un exhibicionista esquizofrénico y mitómano. Es el homenaje personal que le hago a quien fuera mi maestro, mi colega y mi amigo. Es también el regalo que toda su familia embustera quiere hacerle con esta segunda temporada de la obra. Para que, desde el lugar del universo en el que esté, nos siga acompañando con su risa. Y para que sigamos disfrutando juntos eso que nos unía a todos: la pasión por el embuste, por la fiesta y por el teatro.

FICHA ARTÍSTICA

MATÍAS MALDONADO
Actor y autor de teatro, cine y televisión. Maestro en Artes Escénicas de la Universidad Federal de Bahía (Brasil). Es coautor, entre otras obras, de Três homens bons (Rio de Janeiro, 2014) y El deber de Fenster (Premio Nacional de Teatro Fanny Mikey, 2009). Por su trabajo como actor protagónico en el largometraje Nochebuena recibió el Premio a Mejor Actor Extranjero del 37º Festival de Cine de Gramado (Brasil). La Secreta Obscenidad fue su primer trabajo profesional como director, y ahora asume el papel de Alberto Valdiri como Sigmund Freud.

HERNÁN CABIATIVA
Actor de amplia formación y trayectoria teatral. Director de Movimiento del Laboratorio para Actores de Victoria Hernández y  miembro fundador del Teatro R101. Se ha destacado  en montajes teatrales como “Las Listas” (2012), “Notas de Cocina” (2013) e “Incendios” (2014). En cine y televisión ha participado en varias producciones, entre ellas, “ROA” (2012), “Escobar el Patrón del mal” (2012) y “Los Tres Caínes” (2013). En esta temporada retoma su papel como Carlos Marx.

DIRECCIÓN: Matías Maldonado
CON: Hernán Cabiativa y Matías Maldonado
ADAPTACIÓN: Matías Maldonado, Alberto Valdiri y Cristóbal Carvajal
PRODUCCIÓN: Vanessa Adatto, Tatiana Rais y Lina Ruiz
OJO EXTERNO: Nicolás Montero
ASISTENTE DE DIRECCIÓN: Lina Ruiz
DISEÑO Y REALIZACIÓN DE ESCENOGRAFÍA: Lucas Maldonado y Danilo Canguçu
INGENIERO ASESOR: Manuel José Loboguerrero
VESTUARIO Y UTILERÍA: Teatro del Embuste
DISEÑO Y REALIZACIÓN DE SONIDO: Tomás Arenas
DISEÑO DE LUCES: Enrico Mandirola
LUMINOTÉCNICO: Camila Acosta
ASISTENTE TÉCNICO: Omar Santafé
FOTOS Y VIDEO: Danilo Canguçu